Pain, Pain, Go Away – Capitulo 1

Pain, Pain, Go Away
Capítulo 1 - Un primer adiós

Traducido por Mike T

Kiriko y yo nos volvimos amigos por correspondencia cuando tenía doce años, en el otoño.

Apenas seis meses después de la graduación, tuve que dejar la primaria a la que iba a causa del trabajo de mi padre.

Ese cambio de escuelas se convirtió en la oportunidad que hizo que Kiriko y yo nos juntáramos.

Mi último día en la escuela fue a finales de octubre. Estaría dejando la ciudad esa misma noche.

Debió haber sido un día muy importante. Pero solo tenía dos amigos a los que en verdad podía llamarlos amigos, y uno de ellos estaba demasiado enfermo para ir, mientras que el otro estaba de vacaciones con su familia.

Así que pase el día solo.

En la fiesta de despedida cuatro días antes, me dieron un ramo de flores marchitas con mensajes que todos leyeron al mismo tiempo. Y cada vez que un compañero me veía, me miraban como diciendo “¿Eh? ¿Sigues aquí?” el salón de clases se convirtió en un lugar inaguantable. Sabía que ya no pertenecía aquí.

Nadie se lamentaba que cambiara de escuela. Solo ese hecho, me alentaba. No perdería nada de esto. De hecho, me proveería de nuevas experiencias y nuevas personas por conocer.

Me ira mejor en la siguiente escuela, pensaba. Si tengo que cambiar de escuela de nuevo, al menos dos o tres personas llorarían la siguiente vez.

Mi última clase llego a su fin. Después de poner mis cosas en mi pupitre, sintiéndome como un chico dejado atrás en un solitario salón en Dia de San Valentín, fui a buscar inútilmente en mi mochila.

No era lo suficientemente maduro como para no esperar que alguien haya dejada una nota de despedida.

Mientras me rendía en tener buenos recuerdos este último día, me di cuenta de que alguien estaba parada enfrente mío.

Ella vestía una falda plisada azul y tenía flacas piernas. Mire arriba, tratando de ocultar mi nerviosismo.

No era Sachi Aoyama, quien me gustaba secretamente en tercer grado. No era Saya Mochizuki, quien inclinaba la cabeza y me sonreía cuando me la encontraba en la biblioteca.

Mirando atentamente, era Kiriko Hizumi, preguntando “¿Quieres ir a casa juntos?”

Kiriko era una chica memorable, con un corte de cabello que llegaba exactamente a sus cejas.

Ella era tímida, solo hablaba con una susurrante voz, con una incómoda sonrisa que parecía avergonzada de tener.

Sus notas eran promedio, también, así que no llamó la atención de nadie.

Era un total misterio por qué ella, quien casi nunca tuvo una conversación que valiera la pena conmigo, vino a hablarme hoy. En secreto me sentí decepcionado de que no fuera Sachi Aoyama o Saya Mochizuki.

Pero tampoco tenía una razón para rechazarla. “Seguro, creo,” le dije, y sonrió. “Gracias,” respondió, con la cabeza aun baja.

Kiriko no dijo ni una palabra durante el camino. Caminaba a mi lado increíblemente nerviosa, y ocasionalmente me miraba como si tuviera algo que decirme.

Tampoco sabía de qué podíamos hablar. ¿Qué se suponía que diría alguien que se iba al siguiente día a alguien que apenas conocía? Sin mencionar, que nunca había caminado con una chica de mi edad antes.

Con mucha timidez entre nosotros, llegamos a mi casa aun sin haber dicho ni una sola palabra al otro.

“Bueno, adiós.”

Tímidamente me despedí de Kiriko y me di la vuelta para agarrar el pomo de la puerta. Entonces al fin, parecía haber reunido determinación y agarró mi mano. “Espera.”

Arrojado por el toque de sus dedos fríos, pregunte con excesiva franqueza, “¿Qué?”

“Em, Mizuho, tengo algo que pedirte. ¿Me escucharías?”

Me rasque la nuca, como si no lo fuera a hacer estando inquieto. “Quiero decir, escucharé, pero… me voy a cambiar de escuela mañana. ¿Hay algo que pueda hacer por ti?”

“Si. A decir verdad, es por eso que solo tú puedes hacerlo.”

Mirando mi mano mientras la sostenía, ella continuó.

“Escribiré cartas, y quiero que las respondas. Y después, em, responderé esas cartas.”

Pensé en lo que estaba diciendo. “Quieres decir, ¿quieres que seamos amigos por correspondencia?”

“S-sí. Esa es la palabra,” Kiriko confirmó tímidamente.

“¿Por qué yo? Probablemente sería más divertido hacerlo con alguien más cercano.”

“Bueno, no puedes mandar una carta a alguien que vive cerca, ¿cierto? Eso es aburrido. Siempre he querido enviarle una carta a alguien lejano.”

“Pero nunca he escrito una carta.”

“Entonces estamos iguales. Buena suerte a ambos,” dijo, agitando mi mano.

“Oye, espera, no puedes preguntarme esto de la nada…”

Aunque al final, acepté el pedido de Kiriko. Sin haber nunca escrito una carta que valiera la pena llamar carta fuera de las tarjetas de año nuevo, la anticuada idea parecía fresca e interesante para mí.

Y que me pidiera algo una chica de mi edad me emocionaba tanto que no iba a rechazarla.

Ella suspiró con alivio. “me alegra. No sé qué habría hecho si te negabas.”

Después de darle una nota con mi nueva dirección, ella sonrió, dijo “espera mi primera carta,” y se fue a casa corriendo.

Ni siquiera se despidió. Claramente, su interés estaba en las cartas que escribiría, no en el yo de carne y hueso.

Tan pronto como me transferí a mi nueva escuela, su carta llegó.

“Más que nada, creo que deberíamos conocernos mejor,” escribió. “así que primero, presentémonos.”

Era una cosa extraña – excompañeros separados hasta ahora presentándose. Pero no era como si hubiera algo más de lo que escribir, así que seguí la sugerencia.

Después de un tiempo de ser amigos por correspondencia, descubrí algo.

Nunca hubiéramos podido hablar apropiadamente antes de que cambiara de escuela, pero siguiendo con lo que escribía en sus cartas, Kiriko Hizumi parecía tener sorprendentemente valores como los míos.

“¿Por qué tengo que estudiar?” “¿Por qué está mal matar a las personas?” “¿Qué es “talento”?”

En nuestra enseñanza, ambos disfrutábamos repensar todo desde los básico como intento de dar pausa a los adultos.

También tuvimos una vergonzosa discusión sobre el “amor,” que fue de la siguiente manera.

“Mizuho, ¿Qué opinas sobre la cosa del “amor”? mis amigos hablan sobre ello de vez en cuando, pero en verdad aun no entiendo qué significa.”

“Yo tampoco lo entiendo. En el cristianismo, la sola palabra “amor” puede tener cuatro significados distintos, y hay múltiples amores en otras religiones también, así que parece inútil tan siquiera intentarlo. Por ejemplo, lo que mi mamá siente por Ry Cooder es definitivamente amor, pero lo que mi papá siente por los zapatos de cuero de Alden también es amor, y hay algún tipo de amor al enviarte cartas, Kiriko. En verdad es una cosa muy diversa.”

“Gracias por ese comentario casual que me hizo muy feliz. Lo que dijiste me hizo darme cuenta de que tal vez el amor del que estoy hablando y del que mis amigos hablan tienen definiciones completamente distintas. Tal vez debería ser cauteloso de esas chicas que hablan tan a la ligera de ello. De lo que estoy hablando es algo más emocional, romántico. Esa “cosa” vista a menudo en las películas y libros, pero que nunca he visto en la realidad, una cosa completamente distinta a lo sexual o familiar.”

“Aún estoy dudoso sobre la actual existencia de esa “cosa.” Pero si el “amor” del que hablas no existe, entonces alguien lo propuso, lo cual es un pensamiento sorprendente. Por muchos siglos, el amor ha sido la cause de muchas pinturas hermosas, canciones, e historias. Si solo fue inventado, entonces el “amor” podría ser la mayor invención de la humanidad, o tal vez la mentira más amable.”

Etcétera.

En todo lo que hablábamos, nuestras opiniones eran similares, como si fuéramos gemelos separados al nacer. Kiriko describió ese milagro como “alguna clase de reunión de almas.”

Esa descripción en verdad se quedó conmigo. Una de reunión de almas.

Al mismo tiempo mi relación con Kiriko se profundizaba, no me encontraba capaz de acostumbrarme a mi nueva escuela primaria.

Y cuando me gradué de ahí y pasé a la escuela media, entonces empezó una verdadera existencia solitaria.

Ni una persona con la que hablar, solo mínimas conversaciones en clubes, y naturalmente nadie con quien hablar de cosas personales. Relativamente hablando, lo tenía mejor antes de cambiar de escuelas.

Aunque, para Kiriko, todo parecía haber mejorado cuando entró a la escuela media, y sus cartas probaban una y otra vez que estaba viviendo felizmente.

Ella me dijo cómo había hecho incontables amigos. Cómo se quedaba hasta tarde todos los días con sus amigos del club hablando de una cosa u otra. Cómo fue escogida por el comité ejecutivo del festival cultural y podía ir a cuartos inaccesibles normalmente. Cómo iba a escondidas a la azotea con sus compañeros a tomar el almuerzo, y después los maestros la regañaron.

Etcétera.

Sentí que sería incomodo responder a esas cartas con simples descripciones de mis miserables circunstancias. No quería que se preocupara, y hubiera odiado el pensamiento de debilidad.

Tal vez si le hubiera contado mis problemas, ella hubiera sido amable y me hubiera escuchado. Pero en verdad no quería eso. Insistí en verme bien en frente de Kiriko.

Así que escribí mentiras. Mis cartas hablaban de una vida ficticia que tenía, tan perfecta y completa sin que fuera mejor que ella.

Inicialmente, no era más que un engaño, pero se fue convirtiendo gradualmente en mi mayor alegría. Supongo que tuve un amor por actuar que solo necesitaba despertar.

Evitando cualquier cosa que sonara increíble, escribí sobre la mejor vida escolar que pudiera soñar sin desviarme de la realidad de ser Mizuho Yugami. Una segunda vida creada solo para esas cartas.

Cuando le escribía a Kiriko, era cuando podía ser mi ideal.

En primavera, verano, otoño e invierno, en días soleados, nublados, lluviosos y nevados, escribía cartas y las depositaba en el buzón que estaba en la esquina.

Cuando llega una carta de Kiriko, prudentemente abría el sobre, acercándola a mi cara, acostado en la cama, y con entusiasmo leía las palabras mientras tomaba café.

Una terrorífica situación ocurrió cinco años después de habernos convertido en amigos por correspondencia, el otoño cuando tenía 17.

“Quiero hablar contigo cara a cara,” Kiriko escribió.

“Algunas cosas, no puedo armarme de valor para decirlas en cartas. Quiero que nos veamos a los ojos y escuchemos al otro hablar.”

Está carta me preocupó. Claro, el mismo pensamiento cruzaba mi mente. Me hubiera gustado ver cuánto ha cambiado en cinco años.

Pero era obvio que, si eso pasaba, todo lo que escribí en mis cartas sería expuesto como una mentira. La amable Kiriko no me condenaría por eso. Pero seguro se decepcionaría.

De algún modo traté de ser ese Mizuho Yugami por solo un día, pero incluso si pudiera brevemente solidificar esas mentiras, sabía que no sería capaz de esconder mis melancólicos ojos y acciones afectadas por años de soledad, o mi falta de confianza.

Me arrepentí, muy tarde, sin haber vivido una vida decente.

Tratando de pensar una excusa ingeniosa las semanas pasaron, y luego un mes.

Un día, supuse que sería mejor dejar que nuestra relación se desvaneciera. Diciéndole la verdad sería la mejor forma de terminar la relación que teníamos, era doloroso seguir mandando cartas mientras temía que mis mentiras fueran expuestas pronto.

Pasó el tiempo, se acercaba la temporada de exámenes. Así que decidí rendirme en nuestra relación de cinco años, tan rápidamente que incluso me sorprendió.

Si me iba a odiar de cualquier manera, era mejor terminar las cosas por mí mismo.

Un mes después de que la carta sobre vernos en persona llegara, otra carta de Kiriko llegó. Fue la primera vez que rompí el acuerdo tácito sobre responder en cinco días después de recibir la carta. Ella debió estar preocupada por mi falta de respuesta.

Pero ni abrí esa carta. Como esperaba, otra carta llegó un mes después, y la ignoré también. Ciertamente, me dolía, pero era lo único que podía hacer.

A la semana de haberme rendido en nuestra correspondencia, hice un amigo. Pensé, tal vez fui muy dependiente de Kiriko y eso se entrometía para que hiciera nuevas relaciones.

El tiempo pasó, y me quité el hábito de revisar el buzón en busca de sus cartas.

Y así fue cómo mi relación con Kiriko terminó.

Fue la muerte de mi amigo lo que me llevó a escribirle a Kiriko de nuevo.

En el verano de mi cuarto año, Haruhiko Shindo, con quien pasé el mayor tiempo en el colegio, cometió suicido.

Me aislé en mi apartamento. Sabía que perdía créditos importantes ese periodo y tendría que repetir año, pero no me importaba. Ni se sentía importante.

Me sentí un poco triste por su muerte. Hubo muchas señales.

Desde que lo conocí, Shindo anhelaba la muerte. Fumaba tres paquetes por día, bebía whiskey, y salía en su motocicleta cada noche.

Veía las nuevas películas de Hollywood y repetidamente ponía todas las muertes de los protagonistas, suspirando como si estuviera en trance.

Entonces cuando hablé de su muerte, más o menos pensé “bien por él.” Finalmente está donde quería estar. No había ni una pizca de remordimiento que me hiciera pensar “debí haber sido más lindo con él,” o “no pude darme cuenta de que estaba sufriendo.”

Shindo, también, probablemente nunca pensó en hablar con alguien sobre sus problemas. Sin duda, todo lo que quería era tener días ordinarios llenos de risas, y luego desaparecer de ellos, así como así.

El problema, entonces, fue que seguía aquí. Que Shindo no estuviera fue un gran golpe para mí. Para bien o para mal, él me apoyaba. Él era flojo, desesperado, más pesimista que yo, y con falta de metas en la vida, así que tenerlo era un alivio. Podía verlo y decir, “si un chico como ese vive, tengo que vivir también.”

Su muerte se llevó algo importante de mí. Gané un vago pavor por el mundo exterior, siendo capaz de solo salir de 2 a 4 AM.

Si me forzaba a salir, mi corazón empezaría a palpitar más, me marearía e hiperventilaría. En lo peor, mis cara y extremidades se entumecerían y acalambrarían.

Encerrado en mi cuarto con las cortinas cerradas, bebía y veía las películas que Shindo adoraba.

Cuando no hacía eso, dormía.

Anhelaba los días cuando iba en tándem con Shindo y dábamos la vuelta. Hicimos toda clase de cosas estúpidas. Echar una moneda tras otra en los juegos en un arcade en la noche oliendo nicotina, ir a la playa en la noche y regresar a casa sin haber hecho nada, pasar el día saltando piedras en el río, pasear por la ciudad en motocicleta…

Pero pensando en ello, fue todos esos tiempos tontos en los que profundizamos nuestra amistad.

Habrá sido una relación sana, su muerte probablemente no me habría traído toda esta soledad.

Si tan solo me hubiera involucrado, pensaba. Si Shindo me hubiera invitado, felizmente me hubiera sumergido en un barranco con él, riendo.

Tal vez lo sabía, y es por eso que murió sin decirme nada.

Las cigarras murieron, los arboles se hicieron rojos; llegó el otoño. Era finales de octubre.

Y de repente recordé una conversación bastante olvidable que tuve con Shindo.

Fue una tarde de Julio. Estábamos en un cuarto húmedo, bebiendo y divagando.

Había una montaña de colillas de cigarros en el cenicero que parecía que iba a colapsar con el más mínimo toque, así que coloqué latas vacías al lado, alineadas cuidadosamente como los bolos.

Nos dolían los oídos por el zumbido de las cigarras que estaban en el poste telefónico cerca de la ventana. Shindo agarró una de las latas, fue a la veranda, y la lanzó a las cigarras.

Falló completamente y calló en el camino con un ruido. Shindo maldijo. Cuando fue por la segunda lata, las cigarras volaron como para dejarlo en ridículo.

“Oh si,” dijo Shindo, parado con la lata en mano. “¿No deberías saber ya si te aceptaron?”

“Desearía que hubieras preguntado antes de que me dijeran algo,” insinué.

“¿Rechazado?”

“Sí.”

“Es un alivio,” Shindo suspiró, sin haber recibido ninguna oferta de trabajo. “¿Aplicaste en algún otro lado desde entonces?”

“Nop. No estoy haciendo nada. Mi búsqueda de trabajo terminó en las vacaciones de verano.”

“¿Vacaciones? Suena bien. Creo que yo también.”

Había un juego de béisbol universitario en la TV. Los jugadores, cuatro o cinco años más jóvenes que nosotros, eran inundados con aplausos. Fin de la séptima entrada, y ningún punto.

“Esta es una pregunta extraña,” comencé, “pero cuando eras niño, Shindo, ¿Qué querías ser?”

“Maestro. Te lo dije un montón de veces.”

“Oh sí, creo que lo hiciste.”

“¿Y ahora? Apuntar a ser maestro parece tan increíble como un tipo de un brazo apuntando a ser pianista.”

Shindo habló con la verdad; él definitivamente no se veía como alguien que sería maestro. No me pregunten qué clase de ocupación le quedaría.

Creo que en verdad era un maestro en el sentido de que enseñaba cómo no querías terminar, pero por ahora, “mal ejemplo” no es un trabajo válido.

“Aunque, podría haber un pianista de un brazo,” supuse.

“Eh, tal vez. Entonces ¿Qué querías ser?”

“No quería ser nada”

“Mentiroso,” acusó, empujando mi hombro. “Al menos, los adultos hacen que los niños tengan sueños.

“Aunque, es verdad.”

Se oyeron aplausos del TV. El juego finalmente llegaba a algún lado. La pelota golpeo la cerca, y el jardinero[1] estaba desesperado en obtenerla. El corredor de segunda base ya había llegado a la tercera y el campocorto[2] se rindió en lanzarla al home plate.[3]

“¡Tenemos un punto!”, exclamó un comentarista.

“Oye, ¿no estabas en el equipo de béisbol en la escuela media? ¿Bastante conocido en el área por tu lanzamiento?”, preguntó Shindo. “Lo oí de un amigo de la escuela media. Un zurdo con el nombre Yugami, de segundo año, pero podía hacer un lanzamiento preciso…”

“Supongo que soy yo. Si, era muy bueno controlando mis lanzamientos. Pero dejé el equipo en otoño de ese año.”

“¿Te lastimaste o algo?”

“No, es una historia un poco rara… en verano de mi segundo año, el día que ganamos las semifinales en las preliminares de prefectura, fui básicamente un héroe. No es por alardear, pero fue como si tuviera que hacer todo para obtener la victoria en ese juego. Fue muy raro para nuestra escuela llegar tan lejos, por lo que todos nos estaban aplaudiendo. Todos con los me topaba me alababan.”

“No puedo imaginarte así, viéndote ahora,” dijo Shindo dudoso.

“Sí.” Sonreí amargamente. No podía culparlo por eso. Incluso yo era incrédulo cada vez que pensaba en ello.

“Quitando que no tenía muchos amigos en la escuela y apenas sobresalía, ese día me hice un héroe. Se sintió increíble. Excepto por… esa noche, cuando me fui a acostar y pensé en ello, sentí esta intensa vergüenza.”

“¿Vergüenza?”

“Sí. Estaba avergonzado de mí mismo. Estaba como, ¿de qué estás tan feliz?”

“No hay nada malo con eso. Claro después estarías feliz.”

“Supongo.” Tenía razón, no había ni una para estar exaltado. Simplemente debí haberlo aceptado. Pero algo dentro de mi mente lo negaba. Mi estado de ánimo se hundió instantáneamente, como cuando estalla un globo.

“De cualquier manera, tan pronto como sucedió, todo eso empezó a parecerme ridículo. Y pensé, no quiero avergonzarme a mí mismo de nuevo. Entonces dos días después, el día de las finales, tomé el tren matutino y, de entre todas las cosas, fui al cine. Y vi cuatro películas de una. Recuerdo que el aire acondicionado hizo que me diera frío, y me frotara con el brazo todo el tiempo.”

Shindo se rió a carcajadas. “¿Eres un idiota o qué?”

“Un gran idiota. Pero incluso si pudiera regresar a tiempo y tuviera esa oportunidad de nuevo, no creo que hubiera hecho lo mismo. Naturalmente, el equipo terminó perdiendo con bastante margen de diferencia. El personal, el supervisor, mis compañeros, mis maestros, mis padres, todos estaban furiosos. Me trataron como si hubiera matado a alguien. Cuando me preguntaron por qué no fui a la final, y dije que apunté mal la fecha, todos se enojaron más. El primer día de las vacaciones de verano, todos ellos me arrastraron y me dieron una paliza. Me rompieron la nariz, por lo que su forma es un poco distinta ahora.”

“Cosechas lo que siembras,” dijo.

“Sin duda,” contesté.

El juego en la TV había terminado. Terminó con el ultimo bateador rodando torpemente a la segunda.

Ambos equipos se juntaron y estrecharon manos, pero el equipo perdedor – probablemente instruido por su supervisor para que lo hicieran – pusieron en falso, espeluznantes sonrisas todo el tiempo. Hablando de anormal.

“Siempre he sido un chico que no quería nada,” dije. “Nunca me sentí haciendo esto, o queriendo eso. Es difícil hacerme enojar y fácil calmarme, por lo que no podía mantener nada. Mis deseos en Tanabata siempre eran espacios en blanco. No dábamos regalos de navidad en mi casa, pero no estaba insatisfecho con eso. De hecho, de algún modo me sentía mal por los otros chicos que tenían que decir qué querían cada año. Cuando me daban el dinero de año nuevo, hice que mi madre se lo quedara, y lo usara para pagar las lecciones de piano que tomaba. Oh, y solo tomaba esas lecciones para pasar menos tiempo en casa.”

Shindo apagó la TV, conectó el reproductor de CD’s, y puso play. El CD era de Neil Young “Tonight’s the Night,” uno de sus favoritos.

Cuando acabó la primera pista, él remarcó, “Suena a que nunca fuiste un “niño”. Está duro.”

“Pero sentía que eso era lo normal entonces,” expliqué. “Los adultos regañan a los niños egoístas, pero no regañaban a un niño que no era egoísta del todo, así que me tomó un tiempo darme cuenta de que era raro… tal vez sea el mismo muro con el que estoy ahora. Incluso los entrevistadores pueden decir, lo apuesto. Que en verdad no quiero trabajar, de hecho, ni siquiera quiero dinero, y ser feliz tampoco es una cosa que me interese mucho…”

Shindo se quedó callado por un rato. Supongo que dije algo estúpido, eh.

Mientras pensaba en qué decir para cambiar de tema, él habló.

“Pero disfrutabas escribir cartas, ¿no es así?”

“… ¿Cartas?” Sí, hubo un tiempo que hice eso.” En ningún momento lo había olvidado, pero hablé como si apenas lo estuviera recordando.

Shindo era el único que sabía no solo que era amigo por correspondencia de Kiriko, sino, además, de las mentiras que había en mis cartas. Resulta que se me escapó en un festival de cerveza el año pasado, mientras estaba borracho e irritado por la luz del sol.

“Sí, supongo que estaría mintiendo si dijera que no lo disfrutaba.”

“De nuevo, ¿Cuál era el nombre de la chica con la que hablabas?”

“Kiriko Hizumi.”

“Cierto, Kiriko Hizumi. Con la que cortaste contacto. Pobre chica, mandando cartas valientemente aún después de que decidiste ignorarla.”

Shindo mordió un pedazo de carne de vaca y me pasó una cerveza. Entonces continuó.

“Oye, Mizuho. Deberías conocer a Kiriko Hizumi.”

Bufé, pensando que estaba bromeando. Pero sus ojos eran serios, convencido de que había tenido la mejor idea de su vida.

“Ir a ver a Kiriko, eh,” repetí sarcásticamente. “¿Y luego disculparme por lo que hice hace cinco años? Decir ¿“perdonarías a este pobre mentiroso”?”

Shindo negó con la cabeza. “No es lo que trato de decir. No importa si lo que escribiste eran mentiras o no. Porque esa, eh… “mezcla de almas” que mencionaste, no es algo de lo que pudieras hablar con cualquiera. Esta chica y tú podrían ser compatibles, así que ten un poco más de confianza. Quiero decir, solo miren sus nombres, es como el destino, Yugami y Hizumi, ambos significan “distorsión.””

“De cualquier manera, es tarde.”

“No diría eso. Lo que pienso es, si alguien te atrapa, una falta de respuesta de cinco años, diez años, no es un problema. Puedes continuar como si hubiera sido ayer. Estoy diciendo que, no perderías nada con intentarlo, solo para ver si Kiriko Hizumi es esa clase de persona para ti. Incluso podría ayudarte con tu problema de no quiero nada.”

No recuerdo cómo respondí a eso. Pero estoy seguro de que fue una vaga respuesta para cortar la conversación.

Iré a ver a Kiriko, decidí. Quería hacer honor a la sugerencia de Shindo, y estaba solo después de perder a mi mejor y único amigo.

Mas importante, me animé por la dura realización de que la gente que te importa no vivirá para siempre.

Reuniendo todo mi coraje, fui afuera y conduje a la casa de mis padres. Saqué la caja de galletas de metal del armario de mi habitación, y ordené las cartas de Kiriko en el piso por fecha.

Pero mientras más las veía, no pude encontrar esas últimas cartas que nunca abrí. Me pregunté dónde pude haberlas puesto.

En el nostálgico olor de mi cuarto, releí las cartas una a la vez. Había cien cartas que abarcaban cinco años, empecé de la última que había recibido a la primera que envió.

Cuando terminé de leer la primera carta que envió, el sol se había puesto.

Compré sobres y papel, regresé a mi apartamento, y escribí una carta. Mis manos podían escribir su dirección de memoria.

Había mucho que quería decirle, pero sentía que sería mejor decirle en persona, hice breve la carta.

“Perdón por romper el contacto hace cinco años. Te he estado escondiendo cosas. Si estás dispuesta a perdonarme, entonces ven al parque ___ el 26 de octubre. Es el parque para niños enfrente del camino a la primaria. Estaré sentado ahí todo el día.”

Con solo esas pocas oraciones, puse la carta en el buzón.

No esperaba nada. Y quería mantenerlo de esa forma.

Continuará – Plot Twist no Fansub

[1] Jardinero: En el béisbol, un jardinero (en inglés, outfielder, abreviado OF) es cada uno de los tres jugadores que se colocan en la posición más alejada del bateador.

[2] Campocorto: En béisbol, se llama campocorto, parador en corto, paracorto o torpedero según el país (shortstop en inglés, abreviado SS) a aquel jugador que ocupa la posición entre la segunda y tercera base.

[3] Home plate: Es la base en donde se batea y el jugador debe tocarla para anotar.